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Presencia italiana en el Cibao y Santiago. Siglos
xix
y
xx
Su identificación se tradujo además en la escasa necesidad de transmitir el conocimiento de su idioma a sus
hijos. Si bien el italiano pudo ser su natural instrumento de comunicación y podía ser comprendido por sus
descendientes, los padres no exigieron su aprendizaje y uso, generalizando el empleo del castellano. Un caso
ilustrativo es el de Genaro Cantisano, ninguno de cuyos doce hijos (once de matrimonio y uno natural reco-
nocido) sabían italiano.
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Una excepción la representó María Stefani, hija de Pílade Stefani, quien sí tenía
dominio de esa lengua.
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La solidaridad con numerosas iniciativas ciudadanas ante hechos calamitosos o festivos fue otra expresión
de su fácil conciliación con el medio que los acogió: varios italianos se sumaron con aportes e incluso con su
trabajo personal a las suscripciones abiertas a favor de las víctimas del temporal de San Severo en 1909,
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la
conmemoración de la Restauración en 1910,
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la constitución de la Cruz Roja, a propósito de la revolución de
1913,
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y el arreglo del camino Santiago-La Vega
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, las fiestas de Agua y Luz
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y la constitución del fondo de
la Junta de Carreteras
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en 1915. En 1916, Anselmo Copello, Vicepresidente en funciones de la Compañía
Anónima Tabacalera, regaló al Teatro Colón el telón de boca que se estrenaría en el debut de la compañía
operática Sigaldi.
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No obstante su asimilación, los italianos no olvidaron sus raíces y mantuvieron vivos sus valores patrios: el 4
de julio de 1907, la «
gran colonia italiana / Que tanto honra esta ciudad / Por su mucha honestidad / Y su conducta muy
sana
», como versificó Juan Antonio Alix
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, conmemoró el centenario del nacimiento de su héroe nacional
Giuseppe Garibaldi, cuyo recuerdo promovió la sociedad Italia Unita, presidida entonces por Salvador Cu-
curullo, con el apoyo de Pilade Stefani, Agente consular de Italia en Santiago, y Luis Schiffino, dueño del
Hotel Garibaldi.
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El 20 de septiembre de 1915 celebraron su Fiesta Nacional con el izamiento de banderas
en casas de varios coterráneos, en recuerdo del 20 de septiembre de 1870, fecha en la que se logró la unidad de
toda la península italiana.
La condición de ser ciudadanos a quienes se les formó inculcándoles el amor a la patria y sus tradiciones, con
la tendencia natural de recordar con nostalgia la patria chica de su infancia o juventud, llevó a que algunos
conservaran su nacionalidad,
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bautizaran a sus hijos con nombres como Italia, Roma, Víctor Manuel y Pa-
tria y se hicieran de instrumentos para aligerar con la música la carga de recuerdos sobre lugares, costumbres y
personas que ya no eran parte activa de sus vidas: Oreste Menicucci tocaba el acordeón y Fermino Divanna y
Amadeo Campagna eran ejecutantes de mandolina y guitarra.
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Unidos espiritualmente a su País, hicieron múltiples declaraciones de fe y lealtad a la
patria lontana
: en 1905 se
formó una Junta Italiana para socorrer a víctimas de una catástrofe ocurrida en Calabria, presidida por Sal-
vador Cucurullo; en 1909, la colonia creó un comité para auxiliar a los afectados por un terremoto que afectó
Sicilia y Messina, el cual presidió Luis Schiffino, y en 1915, a propósito de la guerra europea, se constituyó un
Comité Pro Cruz Roja Italiana, encabezado por una directiva integrada por Salvador Cucurullo, presidente;
Giuseppe Pugliese, secretario; Aquiles Campagna, tesorero, y doctor Manuel Senise, doctor Félix Cozza,
Luis Schiffino y Enrique Sassone, vocales.
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En el orden religioso, en 1914, Angelo Caramico era encargado
de la asociación Santuario de la Virgen de Pompeya.
La llegada de connacionales, a quienes se ofrecían cordiales expresiones de bienvenida, fueron también entu-
siastas manifestaciones de la presencia viva de su italianidad: tales fueron los casos de la visita del penalista doc-
tor Luis Gámbara, Delegado General de la Escuela Positiva Penal Italiana en los Países hispanoamericanos,
agasajado con un banquete por la colonia en el Hotel Garibaldi en 1908,
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y la del prestidigitador Pascualy,
a quien en 1916 la colonia obsequió una medalla de oro con tres colores, los de la bandera italiana, sin duda,
hecha por el orfebre Domingo Paulino.
Como aportes singulares de la presencia italiana en el Cibao en la segunda mitad del siglo XX, cabe resaltar la
construcción, hacia 1958, de las carreteras Nagua-Sosúa y Guananico-La Isabela, en las provincias de María
Trinidad Sánchez y Puerto Plata, por la compañía Del Conte Alasia; el teleférico de Puerto Plata por la em-
presa Ceretti Tanfani en 1972
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y el acueducto de la ciudad de Santiago en 1977 por la compañía Italconsult.