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Presencia italiana en Santo Domingo 1492-1900

invertir en la construcción de ingenios azucareros. Vicini Cánepa entró de lleno en el negocio azucarero ac-

tuando como refaccionista y comisionista azucarero por lo menos desde 1880. Para facilitar sus operaciones de

embarque de azúcares y mieles Vicini Cánepa adquirió un barco movido a vapor en ese año para reemplazar

las goletas que su empresa mantenía navegando entre Santo Domingo y New York.

Entusiasmado por la buena marcha de los negocios y por el boom creado por la revolución azucarera, en 1883,

se animó a construir su propio ingenio, el Italia, en tierras de su propiedad ubicadas en las cercanías de Yagua-

te, común de San Cristóbal, en el sitio llamado Caoba Corcovada. Compró los equipos y maquinarias de esa

factoría en Francia, entre ellos un gran alambique para la producción de ron, alcoholes y aguardiente. El 28

de febrero de 1883 Vicini solicitó permiso para construir una vía férrea desde el ingenio Italia hasta el puerto

de Palenque, el cual le fue otorgado. Al sobrevenir la gran crisis de precios del azúcar en 1884, varios de los

deudores de Vicini Cánepa fueron a la quiebra y pagaron sus deudas con él cediéndole sus ingenios mediante

la ejecución de sus hipotecas. De manera que, casi de repente, se vio convertido en un empresario industrial

dueño de varias factorías de azúcar y fincas de caña y yerba, entre ellos los ingenios Constancia, Santa Elena,

Angelina, Ocoa y Bella Vista, y los potreros La Encarnación, Santa Elena, Asunción y Las Damas, partes

de los cuales fueron convertidas luego en plantaciones cañeras. Vicini Cánepa continuó expandiendo simul-

táneamente sus negocios azucareros y sus operaciones financieras, prestándoles dinero tanto al Gobierno como

a particulares. La ejecución de hipotecas le permitió acumular un importante acervo inmobiliario en la ciudad

de Santo Domingo. Además, los crecientes beneficios obtenidos por sus ingenios le permitieron expandir sus

plantaciones en el sur y sureste del País mediante crecientes compras de tierras de tal manera que, a su muerte,

acaecida el 23 de febrero de 1900, él era poseedor de la mayor fortuna de la República Dominicana, pues su

patrimonio excedida tres veces el tamaño del presupuesto nacional de ese año.

Otros ligures que inmigraron al País en los años en que Vicini expandía su imperio comercial e industrial,

fueron su primo Angelo Porcella, originario de Zoagli, su hermano Andrea y un primo hermano suyo, An-

giolino Vicini, llegado en 1894. Angelo, también de Zoagli, fue traído por él a la República Dominicana en

1878. Desde entonces, los Porcella y Porcella Vicini han permanecido como importantes familias empresaria-

les en el País, varios de cuyos miembros han sido destacados profesionales.

Entre las otras familias de origen italiano que llegaron a Santo Domingo en el siglo

xix

se destacan los Billini,

descendientes de un soldado piamontés que vino con las tropas enviadas por Napoleón Bonaparte en 1802 para

reprimir la revuelta de los esclavos de la parte occidental de la isla. Sobreviviente del desastre militar que le costó

la vida a más de 50.000 soldados, este soldado, de nombre Juan Antonio Billini Ruse, se refugió en Baní, en

donde casó con una joven criolla con quien procreó una numerosa familia que le dio al País dos sacerdotes

(Miguel y Francisco Xavier) y varios patriotas que ejercieron de militares, políticos o escritores. Uno de sus

nietos, Francisco Gregorio, llegó a ser Presidente de la República por nueve meses en 1884, y fue autor de una

importante novela de costumbres,

Baní o Engracia y Antoñita

, y de dos obras de teatro, además de numerosas

colaboraciones en los principales periódicos de la época.

Hasta finales del siglo

xix

los pocos inmigrantes italianos que se establecieron en la ciudad de Santo Domingo

eran oriundos del norte, ligures casi todos. Otras ciudades, como Puerto Plata, Santiago y La Vega, también

recibieron algunos inmigrantes, pero hubo que esperar hasta entrado el siglo

xx

para que el número de estos

fuera significativo. De ellos se ocupa Edwin Espinal en el capítulo 3.

Sabemos que la gran emigración italiana hacia América del Norte y América Latina comenzó con los ha-

bitantes de las regiones septentrionales de Italia después de la Unificación, y no fue sino después de 1880 que

los pobladores del Mediodía (del

Mezzogiorno

) empezaron a moverse fuera de sus regiones de origen. Con la

quiebra paulatina del orden feudal después de la Unificación empezó la salida masiva de italianos pobres hacia

Estados Unidos, Brasil y Argentina. Para entonces la población de los campos y aldeas del sur de Italia estaba

atrapada en un penoso estado de carencia de tierras cultivables, desnutrición, enfermedades (malaria, tubercu-

losis, pelagra) que hacían la vida insostenible. Por ello, a pesar de los esfuerzos iniciales de las autoridades por