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Presencia italiana en Santo Domingo 1492-1900
Patio central de Casa
Vicini, cuya salida es
hacia la calle Isabel la
Católica, antes
conocida como calle
del Comercio. Santo
Domingo.
el 8 de marzo de 1524. Por ello, no pudo ver concluida la iglesia catedral que proyectó para su sede episcopal,
un templo modelo de la arquitectura del gótico tardío, único ejemplo en su clase en toda América Latina.
Entre sus muchos escritos Geraldini, hombre renacentista, dejó una relación de viajes (
Itinerario por las regiones
subequinocciales
) que contiene vívidas descripciones de la explotación que los encomenderos españoles ejercían so-
bre los indios. Impresionado por la crueldad con que los indios eran maltratados, entró en conflicto con el gober-
nador de la isla Rodrigo de Figueroa y escribió varias páginas al Papa denunciando esas maldades e injusticias.
La llegada de Geraldini a Santo Domingo coincidió con la coronación del nuevo emperador del Sacro Im-
perio Romano, Carlos
V
, quien tres años antes había sido coronado monarca de todos los reinos hispánicos
como Carlos
I
con apenas dieciséis años. Para su primera coronación el todavía príncipe Carlos viajó a Espa-
ña desde Flandes, donde se había criado, acompañado por una numerosa comitiva de cortesanos flamencos.
En agosto de 1518 este nuevo monarca concedió a uno de esos cortesanos, Laurent de Gouvenot, una licencia
de monopolio para importar en la Española y las Indias 4.000 esclavos africanos para subsanar el déficit de
mano de obra causado por la declinación acelerada de la población indígena. Gouvenot vendió ese permiso a
unos traficantes genoveses, los mercaderes Adán Vivaldi y Valián de Forne, quienes a su vez lo traspasaron a
la llamada Casa Centuriona, establecida en Sevilla, cuyos dueños eran también genoveses: Gaspar, Esteban y
Jácome Centurión (Centurione). De ahí que esa operación fuera llamada el «asiento de los genoveses». Con
ese permiso los genoveses se convirtieron en los principales importadores de esclavos africanos en las Indias
durante más de una década, a pesar de que la Corona española no respetó el monopolio y otorgó otras licencias
a tratantes particulares, entre ellos la casa alemana de los Welser.
Además de traficar esclavos, los Centurión también participaban en el negocio del azúcar en la Española.
Uno de ellos, Melchor, poseía un ingenio de azúcar en las cercanías de Santo Domingo manejado por admi-