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Presencia italiana en Santo Domingo 1492-1900

encuentran otras menciones de los hoy llamados italianos en la historiografía dominicana. Debió haber otros,

cuya presencia debe estar todavía sepultada en los archivos, por lo que para encontrarlos de nuevo hay que

esperar hasta mediados del siglo

xix

. Esa ausencia es explicable, pues la colonia española entró en un largo

período de decadencia durante todo el siglo

xvii

. En vez de atraer nuevos emigrantes, la miseria prevaleciente

estimulaba a los colonos a intentar salir de la isla. Ni siquiera la lenta recuperación económica de la colonia en

el siglo

xviii

logró atraer otros inmigrantes que no fueran españoles.

La Revolución Haitiana (1791-1804) y su secuela de más de quince años de guerras, invasiones militares,

cambios de Gobierno y emigración masiva actuaron como disuasivo a la inmigración europea, por lo menos

hasta después de 1822. En ese año la colonia española de Santo Domingo dejó de existir al ser anexada a la

República de Haití, fenómeno este bien conocido. Durante los veinte años siguientes la población de la isla,

reducida en las décadas anteriores por las guerras y la emigración, comenzó su recuperación demográfica

mientras la economía entraba en un proceso de transformación estructural. Para entonces la caña de azúcar, el

algodón, el añil habían desaparecido como importantes renglones de exportación y, en su lugar, tomaron auge

las exportaciones de tabaco, maderas y café como productos principales.

Aun cuando en Haití el ejercicio del comercio estaba legalmente vedado a los extranjeros, poco a poco se

fueron estableciendo en los principales puertos marítimos compradores europeos y norteamericanos de esos

productos destinados a la exportación: Puerto Príncipe, Cabo Haitiano, Santo Domingo y Puerto Plata.

Esos comerciantes, a su vez, importaban mercancías manufacturadas, tanto de los Estados Unidos como de

Europa. Hacia Norteamérica fluía la mayor parte del café producido en la isla, casi todo cosechado en la parte

occidental. Hacia Europa viajaban los cargamentos de cacao, caoba y otras maderas, entre ellas el guayacán,

muy favorecido por la industria naval. Casi todo el tabaco y gran parte de esas maderas salían de la parte orien-

tal de la isla poblada por los dominicanos.

En los mencionados puertos marítimos fueron formándose pequeñas colonias mercantiles compuestas por in-

dividuos de variadas nacionalidades: curazoleños sefarditas, norteamericanos, ingleses, alemanes, holandeses

y genoveses. El grupo genovés en Santo Domingo controlaba el comercio de maderas y estaba sólidamente

establecido en los negocios de exportación e importación. Varios de sus miembros eran dueños de goletas y ber-

gantines con los cuales atravesaban el océano para llevar caoba y guayacán, cueros, cebo y cera a los puertos de

Génova y Liverpool, preferentemente. De Europa traían mayormente mercancías de todo tipo, especialmente

de fabricación italiana, como aceite de oliva, vino, utensilios y objetos de ferretería y textiles, entre otros.

En 1844, año de la creación de la República Dominicana, los genoveses más destacados en el pequeño mundo

comercial de Santo Domingo eran los hermanos Juan Bautista y Luis Cambiaso, Juan Bautista Maggiolo,

Nicolás y Antonio Canevaro y todos dueños de goletas. Muy conocido también era Juan Batista Pellerano

Costa, reconocido prestamista del Gobierno. Es historia bien conocida que, cuando el ejército haitiano inva-

dió el territorio dominicano en marzo de ese año para tratar de impedir la separación de la parte oriental de la

isla, tanto Cambiaso como Maggiolo y Juan Alejandro Acosta aportaron sus naves al servicio del naciente

Estado dominicano y con ellas armaron la primera flotilla de tres barcos de la Marina de Guerra nacional.

Para dirigirla, la Junta Provisional Gubernativa escogió a Juan Bautista Cambiaso y lo nombró almirante

con tan buen acierto que el 23 de abril de 1844 las naves dominicanas libraron un exitoso combate contra

varias embarcaciones haitianas en el sitio de Tortuguero, en la bahía de Ocoa, pudiendo hundir a tres de

ellas. Cambiaso comandaba la goleta «Separación Dominicana», Maggiolo la «María Chica» y Acosta la

«Leonor». Este último era criollo dominicano nacido en Baní. Diez años más tarde, en 1854, bajo el mando

de Cambiaso, estos tres marinos, con tres nuevas embarcaciones («Cibao», «Merced» y «General Santana»),

llevaron la guerra naval a la costa norte de Haití para dar apoyo a las tropas dominicanas que se preparaban

para la célebre Batalla de Beler.

De los demás comerciantes ligures establecidos en Santo Domingo mención especial merecen los hermanos

Nicolás y Antonio Canevaro, nativos de la aldea de Zoagli, cercana a Génova, dueños también de varias