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Francisco Gregorio Billini. Presidente y literato
Los hechos novelados se desarrollan durante los meses del alzamiento de los partidarios de Buenaventura Báez
contra el segundo Gobierno de Cabral. Se esquiva una ubicación cronológica precisa, seguramente por el in-
terés de que no se interpretara que la novela tenía un carácter histórico. Don Postumio, jefe local, encarnaba la
vida civilizada, obviamente identificado con los que se conocían como azules o cacoces. Los enemigos de estos
eran ni más ni menos que delincuentes tomados de la vida real, bien conocidos por sus apodos, entre los cuales
sobresalieron Solito, Baúl y Musié. Hizo alusión a otros como Llinito, Sindo, Estrella, Ventana, Mandé, La
Guinea y La Chiva. Esos personajes ejercieron fascinación en el escritor, quien los tipificó como los represen-
tantes de una época. Algunos de ellos asesinaron a don Antonio Díaz, un comerciante capitaleño refugiado
en Baní por razones personales. El motivo del asesinato habría sido la búsqueda de una botija de monedas de
oro que ocultaba Díaz. Engracia, que tuvo informaciones sobre el tesoro, se propuso a toda costa entregarlo a
los herederos del finado. Cuando los malhechores baecistas entraron en la localidad, sembraron el terror. Solo
uno de ellos, Felipe Ozán, sobrino de Candelaria se reivindicó y terminó aceptado por la comunidad.
Billini efectúa una crítica cultural en pos de la exaltación de valores como la honradez, la amistad y la sinceri-
dad de los sentimientos. Pero lo que resalta es el aprecio por una cultura del pasado llamada a elevarse a para-
digma de una buena sociedad. No obstante, el mundo urbano estaba rodeado por la barbarie rural, resumida
en los macheteros, y aquejado de la inconsistencia de muchos de sus integrantes. Las propuestas de reformas
que Billini había venido elaborando en los años anteriores fueron redefinidas para su divulgación en forma
literaria. Se efectúa mediante la recusación de los males de la sociedad: la violencia conectada a la guerra civil,
la falta de patriotismo de muchos, la pasividad generalizada y, el peor de todos, el personalismo. A manera de
tesis ofreció la solución del desarrollo futuro de la República gracias a la combinación entre el trabajo tesonero
y la instrucción iluminadora de conciencias. Se utilizó a don Postumio como paradigma del político sencillo,
interesado en brindar el ejemplo, predicador de la libertad y de un talante moderado en pos de la fraternidad.
Como era de rigor, la novela fue leída con interés por el estrato culto, al grado de constituir un acontecimiento
literario, no obstante sus defectos formales. En cierta manera, al colocar el acento en la barbarie del mundo
rural constituyó un reverso de
El Montero
de Pedro Francisco Bonó. No es de descartar que Billini polemizara
soterradamente con Bonó, al ofrecer una alternativa civilizadora realizable, tal como lo había hecho más de una
década antes en relación a la temática azucarera. Durante el Gobierno de Trujillo, la novela ganó nombradía
silenciosa por ser objeto de prohibición, bajo el supuesto de que la malvada Candelaria Ozán encubría a Sil-
veria Valdez, abuela del tirano.
(Extracto del capítulo
FranciscoGregorio Billini
, en
R. C
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