Previous Page  158 / 540 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 158 / 540 Next Page
Page Background

156

Francisco Gregorio Billini. Presidente y literato

Murió joven, el 28 de noviembre de 1898, con apenas 54 años. Durante su última década

de vida se vio envuelto en dilemas graves, consciente del desastre que entrañaba el derrotero

del país, pero imposibilitado de combatirlo. Primeramente, como se verá en detalle, se res-

tringió a una crítica teórica que ubicaba los males en una dimensión atemporal, eludiendo

un enfrentamiento que le hubiese costado cárcel o exilio. La evolución de la vida nacional,

que marcaba el destino de su generación, lo colocó en una situación patética, condenado a

predicar sin perspectivas de efectos tangibles. Desde ahí se podría comprender el vuelco hacia

posiciones contrarias a las que había defendido toda su vida. Llegó al extremo de justificar la

autocracia y de abjurar de muchas de sus convicciones. Dramáticamente, estimó que su vida

de combatiente fue un error absoluto.

Presidencia agitada

En 1882 ocupó la presidencia Ulises Heureaux. A pesar de su disposición para el empleo

de mano dura, Meriño recelaba de Heureaux e intentó que otro lo sustituyese. Luperón, im-

buido de ilusiones civilistas, de nuevo ofreció la presidencia de Pedro Francisco Bonó y más

adelante a otros que también la rechazaron. En aquel momento Heureaux era la mano derecha de Luperón, a

quien tributaba una aparente devoción filial. Luperón no se dio por aludido en cuanto al talante violento de

ese personaje por considerar que era obligatorio emplear la fuerza contra los enemigos. Luperón se dedicó a

negocios y de nuevo salió del país por una prolongada temporada. No tomó conciencia de que en esa primera

administración de Heureaux se produjo un giro para poner al Estado al servicio de intereses particulares, de

donde emanó una síntesis entre la burguesía moderna y la camarilla gobernante.

Sinuosamente, desde el Gobierno, el delfín fue ganando terreno como miras a minar la hegemonía hasta en-

tonces indiscutible del líder del Partido Azul. Luperón terminó proponiendo a su íntimo amigo Segundo Im-

bert, puertoplateño veterano de combates, y Heureaux se escudó en Meriño, quien consideró que el candidato

idóneo debía ser Billini.

Este diferendo originó un punto de quiebre del prestigio del prócer, en que intervinieron recusaciones a la capa-

cidad de Imbert y sobre todo motivaciones regionalistas. Aun así, Imbert era más popular que Billini, puesto

que tenía su base en la región del Cibao, la más rica y poblada. Hizo falta un fraude electoral, tarea sucia de la

que se encargó Heureaux. Lógicamente se suscitaron desavenencias y malestares entre este y Luperón, pero sus

vínculos todavía no terminaron de deteriorarse.

Billini no se dio por enterado de que fue declarado ganador gracias a un fraude electoral, detrás del cual estaba

un personaje siniestro. Inauguró su Gobierno con un lastre derivado de ese origen. Desde el principio Heu-

reaux decidió impedir que se produjese una administración exitosa. El nuevo presidente careció de los apoyos

necesarios para un Gobierno estable por cuanto prácticamente todos los prohombres del Partido Azul lo

adversaban o, por lo menos, lo observaban a distancia y con cautela. Meriño careció de la influencia suficiente

para despejar el camino a su protegido.

La situación se tornó insostenible cuando Cesáreo Guillermo se acogió a una amnistía previa para retornar al

país desde el exilio. Como presidente, Billini actuó con apego a la legalidad, al considerar que todo ciudadano

tenía derecho a residir en el país y a disfrutar de las libertades públicas vigentes. Incidía también la vieja amistad

entre él y Guillermo, que no se había deteriorado por motivos políticos. Ante esa postura de Billini, Luperón

y Heureaux se pusieron de acuerdo por primera vez en bastante tiempo para recusar al presidente, sintiéndose

amenazados por igual ante la presencia de quien consideraban el enemigo más temible. En retrospectiva, queda

claro que quien tenía verdadero interés en forzar el fracaso del presidente era Heureaux.

Billini no tuvo otra alternativa que presentar renuncia, tras poco más de ocho meses de haber llegado al cargo,

consciente de que iba a ser derrocado. Evidentemente esto fue un golpe desfavorable a la evolución del pro-

Cubierta de

Engracia y

Antoñita

de Francisco

Gregorio Billini.