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Francisco Gregorio Billini. Presidente y literato
correcta acción gubernamental, mucho más importante incluso que cualesquiera dispositivos de apoyo a la
inversión de capitales.
De todas maneras, para Billini la promoción del campesinado constituía un mecanismo indispensable para in-
tegrar a la vida moderna a la porción mayoritaria de la población. Ante la imposibilidad de un flujo migrato-
rio masivo, había que atender a los mecanismos factibles para la mejoría de la condición del pueblo. Localizó
la clave para ello en la elevación de los niveles educativos del conjunto de la población, con énfasis en las capas
pobres. En torno a tal propósito se centró en lo poco que pudo hacer en su gestión presidencial.
Pese al entramado arriba visto, Billini gozó de mejores condiciones que Espaillat. En los años previos sus tres
predecesores del Partido Azul habían doblegado a los caudillos y se había estado produciendo un dinámico
crecimiento de las exportaciones, sobre todo de azúcar. El resultado había sido un incremento de la riqueza y
los ingresos fiscales. Pero no significaba que se gozara de condiciones desahogadas. En realidad, para la imple-
mentación de cualquier tipo de plan gubernamental se disponía de sumas exiguas, con lo que se minimizaban
los márgenes para desplegar políticas públicas. Desde una década atrás había comenzado un mecanismo de
funcionamiento de las finanzas gubernamentales, consistente en tomar préstamos de empresas de los principales
comerciantes de los puertos. Los intereses que devengaban esos avances al Estado eran exorbitantes, oscilantes
entre 24 y 36% anual. El país trabajaba para engrandecer las fortunas de esta reducida capa mercantil, de la
cual no por casualidad provino una porción de la moderna burguesía.
A falta de recursos, el presidente esbozó un principio que compensaría esta situación: la honradez. Ya empe-
zaba a tornarse patente que algunos jerarcas del colectivo dirigente se aprovechaban de sus prerrogativas para
enriquecerse. Sobre todo, gravitaba la sombra de Heureaux, visualizado como la encarnación de la corrup-
ción. Billini decidió romper lanzas a favor de la integridad, tanto por una motivación de principios como por
ser imprescindible para una administración racional que permitiese la inversión en programas trascendentales.
Tuvo que vencer los pruritos de la modestia: «
Yo no he ido a buscar las inspiraciones de mi Gobierno en antros de co-
rrupción. Mi política ha andado por camino muy recto y muy claro
».
Aunque fue muy poco lo que pudo hacer, algunas de las medidas adoptadas ponen de relieve la clarividencia
del presidente. Fue el caso de la suspensión de los derechos aduanales para las exportaciones como medio de
incentivar la producción campesina y la inversión de capitales en el agro. Se apostaba a una reducción de los
ingresos fiscales bajo el supuesto de que repercutiría en la dinamización del producto. Las condiciones eran
tan precarias que poco después esta medida tuvo que ser suspendida. Forzosamente los planes enunciados para
fomentar la inmigración y apoyar la unidad campesina quedaron reducidos casi a la nada. Lo que sobresalió
en los meses de gestión fue la intención de revertir la nula incidencia estatal en la reproducción económica con
vistas a modernizar el país.
En contraste, la atención se dirigió al área educativa. El mayor esfuerzo novedoso fue la creación de la catego-
ría de maestros ambulantes, quienes debían irse desplazando por localidades urbanas y rurales para difundir
la cultura y atender al requerimiento de acceso a los niveles elementales de instrucción, en primer término la
alfabetización. Esto ampliaba las miras de las administraciones anteriores, más centradas en la formación de
cuadros superiores, a través de la Escuela Normal de Hoscos, el Seminario de Meriño y el Instituto Profesional
todavía en ciernes. Billini le imprimió un acento más popular a la acción educativa, que era vista como la llave
maestra para la transformación del país.
Además de la prevención de la corrupción, se atendió a otro aspecto clave en una dimensión macropolítica: el
fortalecimiento de las libertades públicas. Más que en cualquier otro aspecto, el Gobierno de Billini se distin-
guió por el respeto de los derechos ciudadanos consignados en la Constitución. Buscaba disminuir la brecha
entre texto legal y realidad efectiva, una constante desde la fundación de la República. También se continuó
de forma más ambiciosa con lo establecido por Luperón de financiar publicaciones periódicas y libros con
recursos públicos, como medio para el desarrollo cultural y la participación de una porción cada vez mayor de
la ciudadanía.