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Francisco Gregorio Billini. Presidente y literato

ceso que en teoría se encaminaba hacia la democracia. El presidente caído no se amilanó y

mantuvo una postura altiva en el momento en que trasmitió al país su decisión, en el discurso

pronunciado ante el Congreso, aparecido en la

Gaceta Oficial

n. 563, del 19 de mayo de 1885.

«Cuando subí las gradas del solio para regir los destinos de la Patria, aunque pisé con firme planta hasta su último escalón,

desconfié de mi gloria, porque traía el deseo de hacer mucho en bien de la República. Hoy, habiendo hecho muy poco, dadas las

circunstancias, me parece que este descenso me enaltece: desciende mi personalidad vana y efímera para elevarse la Republica

grande e inmortal. Quiero dar un ejemplo resignando el mando espontáneamente, y eclipsándome en las sombras del hogar, sin

mezquinas aspiraciones para el porvenir. Podré aparecer ante todos bajando; ¡pero yo siento que estoy de pie sobre la cumbre!».

Aunque eludió criticar a Heureaux o a cualquier otro opositor solapado, se vio precisado

a explicar su renuncia al poner en claro que la continuación de su presidencia dentro de la

difícil situación económica habría podido llevar a que se alterara el estado de paz, el bien más

preciado. Fue el modo que empleó para alertar en forma moderada lo que se estaba incubando.

«(...) permitidme repetiros, que el paso que doy deponiendo el mando en el Vice Presidente de la República no obedece a móviles mezquinos ni a

temores de infundada cobardía, ¡no! Yo depongo el mando, porque dada la situación política y la situación económica que es angustiosa, y que con

un nuevo Gobierno puede cambiar, en mis manos podría perecer la paz a causa de los inconvenientes que a mí se me presentan».

A renglón seguido aludió a su rechazo de llegar a transacciones con las prácticas de la corrupción.

«

Mi política ha andado por camino muy recto y muy claro. He dado siempre la espalda a la sombra para que mi frente se bañase

y mi conciencia se vivificase con los esplendores de la libertad

».

En el acto de presentación de la renuncia, el sustituto, Alejandro Woss y Gil, un hombre capaz, pero para

entonces ya subordinado a Heureaux, como si no sucediera nada de extraordinario, felicitó a Billini por su

patriotismo y porque la transmisión del poder se hubiese llevado a cabo sin violencia.

Intentos de realizaciones

Billini llegó a la presidencia con un conjunto de proyectos de cambios que no tenían precedentes ni siquiera

en el breve período de Ulises Francisco Espaillat. Sin duda había coincidencias en los propósitos de ambos

gobernantes, aunque pertenecían a generaciones distintas. En la reducida capa de intelectuales se habían ido

madurando percepciones acerca de las tareas que debían emprenderse, las cuales fueron asumidas como pro-

gramas por ambos presidentes. Pero aplicar un programa conllevaba vencer el obstáculo de la inestabilidad.

Espaillat no había gozado de tregua de parte de partidas insurrectas, y aunque Billini no enfrentó una situación

similar, tuvo que concentrar sus esfuerzos en evitar que estallase la violencia. En el discurso de renuncia reme-

moró: «

Fue mi aspiración más ardiente desde el principio evitar la lucha material; porque quise siempre permanecer al frente de

un Gobierno de conciliación sin que nunca llegara la hora del combate

». Hubo de reconocer que no pudo hacer casi nada

en los meses precedentes.

Compartían Billini y Espaillat, en el centro de sus cosmovisiones acerca del buen gobierno, el criterio de que

la función del Estado debía enrumbarse primordialmente hacia la creación de facilidades para que los ciu-

dadanos privados generasen riquezas. Abrigaron ambos la expectativa de que se conformase un sector social

capaz de conectar al país con los avances del industrialismo. Para ello la panacea, al igual que en toda América

Latina, la encontraron en el fomento de la inmigración. Los llegados de otras tierras aportarían cualidades

convenientes, entre las cuales destacaban hábitos laborales, niveles de instrucción y disponibilidad de capital.

En última instancia se desprende de los textos de Billini que la política migratoria constituía el quid de una

Francisco Gregorio

Billini.