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Ciencia y protección ambiental para el desarrollo agrario

seemüller (1507) y la de Brown (1513). Además, la carta de junio de 1511 que examina Utrera en su opúsculo

donde se afirma que hay «

quince pueblos en la isla

» ratifica para Ciferri la fecha del mapa de Frati y más bien

constituye una objeción antes que un apoyo a la datación más temprana propuesta por Utrera. Al concluir,

reconoce que: la fecha propuesta por Frati para el mapa de la isla Española es «

una fecha límite

» y, «

salvo prueba

en contrario

», la única que puede fundamentarse en las fuentes históricas existentes;

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también en este plano se

vislumbra el talante crítico de que estaba penetrado su examen.

Mapa geobotánico de la isla

Poco después de regresar a Italia Ciferri completó y publicó, en 1936, su

Studio Geobotanico dell’Isola Hispaniola

;

este iba acompañado de un Mapa Geobotánico de la isla,

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en el cual sintetizaba los conocimientos sobre la flo-

ra de la República Dominicana que le acogiera durante años de intenso trabajo. Está pendiente la recuperación

de dicho mapa, pues no hay registros de él en los principales repositorios nacionales. El ensayo cartográfico era

el primero de su género en la República Dominicana, pese a los fallos que tal empresa pudo implicar, estando

ya su autor fuera del País. La existencia de este mapa apenas ha sido referida en Santo Domingo. Lo hizo a

vuelapluma el doctor Carlos Eugenio Chardón, quien le restó valor al decir «

del mapa del doctor Ciferri, publicado

en Italia, en 1934, en el cual hemos encontrado algunos errores de monta

».

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No obstante ello, el propio Chardón señala

una que otra virtud del mapa, en particular al referirse a los pinares de la Sierra del Bahoruco: «

Estos pinares no

figuran en el mapa forestal de Durland, pero sí en el de Ciferri

».

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Final de su labor como director

La dictadura de Rafael Leónidas Trujillo desde sus primeros momentos se mostró incompatible con el desa-

rrollo social y democrático del País, por lo que no resulta nada extraño que desde su primera administración

se decidiera «

resolver definitivamente el problema de la Escuela Nacional de Agricultura

». Con el argumento de que:

«

Esta, bajo su antigua organización, no estaba rindiendo los frutos que eran de esperarse

». Se acusaba a la organización

científica diseñada por el doctor Ciferri de perseguir «

en resumidas cuentas, un objetivo errado

»: formar técnicos o

peritos agrónomos «

lógicamente destinados a ser profesionales de laboratorio y de “bureau” y no brazos técnicamente prepa-

rados para terciar directamente en las luchas de la tierra

». Así la «exitosa reforma» trujillista de la Escuela Nacional

de Agricultura, consistió en retroceder a la antigua Estación Experimental de Haina, tal como la habían con-

cebido los ocupantes estadounidenses en 1920, es decir, para «

preparar Maestros en Cultivos y Administradores de

Fincas Rurales, título que por sí sólo basta á explicar el plan de reformas ideado por el Gobierno

».

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Aunque en la memoria de 1930 el nuevo Secretario de Estado de Agricultura, Rafael César Tolentino, solo

se refería a la rehabilitación de la Escuela Agrícola y de la Estación Experimental (usando los nombres que le

dieron los

marines

estadounidenses durante la ocupación militar del País), pronto se reveló que, efectivamente,

el nuevo Gobierno dominicano renunciaba a desarrollar las capacidades científicas en el campo agrícola que

permitirían un desarrollo autónomo y equilibrado desde el punto de vista ecológico, social y humano, y por

tanto favorecedor de la soberanía alimentaria y el desarrollo independiente. En su lugar, prefirió formar a ins-

pectores de cultivos y frutos, así como a instructores de agricultura que seguirían directrices impuestas desde

arriba por técnicos del departamento de agricultura, sin poder tomar en cuenta las diferencias de suelos, de

climatología, régimen de precipitaciones, aguas fluviales y riego, las diferentes tiempos de sol, la flora y fauna,

en fin, los variados ecosistemas que es imprescindible estudiar para alcanzar una explotación racional de la

naturaleza con el menor impacto ambiental. Tan sencillo como que la clasificación sistemática de una planta o

de un simple insecto que provoca daños en ella permite aprovechar los conocimientos ya existentes en el mun-

do y abre las puertas a las soluciones más eficaces y eficientes. Desde luego, la estrecha visión de la dictadura

impedía captar el beneficio nacional que significaba. Se comprende que la rescisión del contrato del Gobierno