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Capital italiano en la economía moderna dominicana

primera burguesía nacional,

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destacándose Miguel (Michele) Ventura y Juan Bautista (Giovanni Battista)

Vicini Cánepa (1847-1900), conocido como Baciccia,

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que a los 19 años de edad ya estaba plenamente in-

corporado a los negocios y a las actividades generales de la economía nacional.

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Trabajando con inteligencia

generó ahorros que invirtió en terrenos para el cultivo de caña de azúcar, al tiempo de participar en el apoyo

financiero para la cosecha de cacao, tabaco, cera, miel, cueros, madera de caoba, cedro, roble,

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productos

destinados, principalmente, a los mercados de exportación. Por su agresiva participación en la intermediación

financiera en el mercado se redujo el costo del dinero, de 10% a 3% anual, en los años 1897, 1898 y 1899.

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Los

intermediarios controlaban el comercio al por mayor a finales del siglo

xix

.

Los más agresivos eran alemanes y

estadounidenses; también participaban empresarios italianos, cubanos y puertorriqueños.

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El capital de empresarios italianos también apoyó el Presupuesto Público. El pasivo total del Gobierno con

esos empresarios y de otras nacionalidades ascendía a 500.000 pesos a final de 1884, aumentando a 659.000

pesos en 1893, de los cuales un poco menos de la tercera parte, el monto de 199.000 pesos, con Juan Bautista

Vicini Cánepa y sus empresas.

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En 1897, 1898 y 1899 el comerciante italiano Miguel Ventura prestó al Go-

bierno 6.307 pesos en mercaderías y dinero.

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En las ultimas décadas del siglo

xix

hubo intentos de establecer bancos comerciales, pero es en 1912 cuando

operan con normalidad, reduciéndose los préstamos de comerciantes y agentes extranjeros a los sectores pro-

ductivos, al comercio en general y al Presupuesto Público. El Gobierno autorizó la instalación y operación del

Banco Nacional de Santo Domingo con un capital de 500,000 pesos, oficina principal en Santo Domingo y

sucursales en San Pedro de Macorís, Puerto Plata y Sánchez, y del The Royal Bank of Canada con sucursales

en Santo Domingo y Santiago.

Con la entrada a la industria de trapiches localizados alrededor de Azua y en torno a Baní, en la década de los

setenta se inició la segunda etapa de la industria azucarera en República Dominicana. La primera tuvo lugar

en el siglo

xvi

y terminó temprano en el siglo

xvii

. La segunda etapa de la industria en sus inicios fue finan-

ciada con capital de cubanos desplazados por la Guerra de los Diez Años (1868-1878), y de Juan Bautista

Vicini Cánepa, quien con rapidez aprendió las técnicas avanzadas de fabricación del dulce y administración

del negocio. En 1872 Carlos Loynaz, cubano nacionalizado estadounidense, construyó en Puerto Plata el

ingenio La Isabela, al que incorporó la tecnología más avanzada. Comercializaba su azúcar desde una oficina

que instaló en New York.

Productores locales y extranjeros introdujeron al País las nuevas tecnologías productivas, de manera específica

un molino de vapor incorporado a las haciendas Bayona, Santa Ana de Engombe y Guagimía de los Caba-

lleros;

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importaron maquinarias y equipos por millones de dólares para reemplazar los tradicionales trapiches a

tracción animal, la técnica en uso desde el siglo

xvii

. El proceso productivo de la nueva fábrica se caracterizaba

por la extracción del jugo de la caña con rodillos de madera movidos por la fuerza de un caballo o un buey;

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luego se colaba el guarapo, o jugo, y se cocía en grandes pailas de cobre para fabricar melao y azúcar para el

consumo interno.

Capital italiano en el nuevo ingenio

La mayor producción de azúcar, junto a la de cacao, tabaco y otros productos, fortaleció el vínculo comercial

de los productores del País con los mercados de Estados Unidos y Países europeos. La experiencia demostró

la efectividad de las políticas liberales, como fueron las exoneraciones y exenciones fiscales a la importación

de maquinarias, equipos e insumos para la industria y la agricultura, la donación de tierras y facilidades mi-

gratorias para aumentar la población trabajadora en los campos cañeros.

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Facilidades que fueron básicas para

aumentar el flujo de inversión extranjera directa y atraer talento empresarial. Junto a la dotación de recursos

naturales del País, hospitalidad y productividad de la población fueron temas recurrentes en el discurso de la

diplomacia dominicana en escenarios europeos.

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