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La huella de Italia en el arte dominicano

La huella de Italia en el arte dominicano

J

eannette

M

iller

Poetisa, narradora, ensayista e historiadora de arte. Ganadora del Premio Nacional de Literatura de la Fundación

Corripio y el Ministerio de Cultura

Referentes de los nexos culturales entre Italia y República Dominicana a partir del siglo

xix

Hasta mediados del siglo

xix

la escasa migración italiana a República Dominicana estuvo formada por unos

pocos religiosos, comerciantes y gente sin recursos que venían a buscar mejor vida. Sin embargo, cuarenta

años después de proclamada la Independencia dominicana (1844) fue electo como Presidente de la República

(1884-1885)

F

rancisco

G

regorio

B

illini

, escritor, político y pedagogo dominicano, que ha pasado a la

historia como una de las figuras más destacadas dentro del panorama nacional. Francisco Gregorio Billini era

nieto de Giovanni (Juan) Antonio Billini Ruse (1787-1852), oriundo del Piamonte, quien arribó a la isla de

Santo Domingo en 1802.

1

A principios del siglo

xx

el crecimiento de la industria azucarera multiplicó la llegada de italianos que se

ubicaron mayormente en Santo Domingo y La Romana; a partir de entonces, los hábitos y la cultura de la

península itálica comenzaron a proyectarse en las costumbres dominicanas.

2

Durante esa época, uno de los

mejores referentes de los nexos culturales entre Italia y República Dominicana resultan los artículos escritos

por el humanista y critico de arte Rafael Díaz Niese con el nombre

Diario Itinerante

publicados en los famosos

«Cuadernos Dominicanos de Cultura» en la década de 1940.

3

Se afirma que Díaz Niese, uno de los domini-

canos de más sólida formación en ese tiempo, era un fanático de la cultura latina y que llegó a recorrer Italia a

pie para conocer sus museos y su arquitectura, sin echar a un lado la música, el teatro y la literatura, logrando

así un profundo conocimiento de los cánones clásicos, consciente que eran la base de la cultura occidental.

Díaz Niese fue el promotor de la creación de las academias dominicanas de arte, las que comenzaron a fun-

darse en 1941, e igualmente fue titular de la Dirección General de Bellas Artes, entidad oficial que abarcó la

Orquesta Sinfónica Nacional (1941), la Escuela Nacional de Bellas Artes (1942), el Teatro Escuela de Arte

Nacional (1946), etc. Importantes escritores antes que él habían narrado en libros y artículos las magnificencias

de los monumentos y museos romanos, florentinos y venecianos, haciendo hincapié en las artes visuales. Entre

ellos destacan el novelista Tulio M. Cestero con su texto

Sueño de una mañana florentina

que formó parte de un

libro de viajes y testimonios personales, titulado

Hombres y piedras: al margen del Baedeker

(1915)

,

y Rafael Abreu

Licairac con

Recuerdos y notas de viaje

(1907).

A fines del siglo

xix

y principios del

xx

la presencia de Italia en República Dominicana creció abarcando

renglones de la economía como la agricultura y el comercio; además, se hizo sentir en las manifestaciones ar-

tísticas. El arte dominicano no se limitó a reproducer estilo y temas clásicos, sino que contó con la presencia

de algunos profesores italianos que iban de pasada hacia el continente y que durante su estadía en República

Dominicana impartieron clases de arte.

Italia era la meca para pintores como

J

uan

R

amón

F

iallo

C

abral

, quien realizó dos óleos de Hostos y

sobre quien el maestro puertorriqueño escribió una semblanza donde «

elogiaba algunas de sus pinturas y abogaba

porque el joven artista volviese a Italia

»;

4

o

A

gustín

J

iménez

; este último «

en 1933 pidió al Gobierno dominicano le

repatriara o que le asignara subvención para continuar sus estudios en Roma

».

5

Es importante recordar que dos obras

Página anterior:

Crismar,

Deconstrucción

, 1986,

escultura en hierro,

madera y alambre,

308 x 178 x 100 cm,

Santo Domingo,

Museo de Arte

Moderno.