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Cristóbal Colón. Un hombre entre dos mundos

amigo más fiel, Bartolomeo Fieschi, que dirigía la «Vizcaína». La expedición, que contó con una importante

participación de capitales genoveses y gente genovesa en los barcos, tocó las costas de Honduras, Veragua (que

más tarde se convirtió en el Ducado de Colón) y de nuevo Jamaica (25 de julio de 1503), donde Colón, a

quien se le prohibió desembarcar en la Española, debió permanecer durante un año largo y muy difícil debido

al naufragio de sus carabelas y de donde, tras una exitosa expedición en busca de ayuda por parte de los fieles

Bartolomeo Fieschi y Diego Méndez, solo pudo partir el 28 de junio de 1504.

Caracterizada por acontecimientos desastrosos y experiencias emocionantes, la historia es narrada por él en

la

Lettera Rarissima

, en la que el Almirante del Mar del Océano nos lo cuenta todo: el terrible huracán de

Santo Domingo, que solo él había previsto, en el que pereció su enemigo Bobadilla, el oro español y las cartas

contra él se hundieron, mientras se salvó su oro; el terrible año pasado como náufrago en Jamaica, enfermo, sin

provisiones y con las teredines que devoraban los dos últimos barcos.

El 7 de noviembre Colón desembarcó en Sanlúcar de Barrameda. La muerte de la Reina Isabel el 26 de

noviembre de 1504 le quitó un apoyo importante. De hecho, el encuentro de mayo de 1505 con Fernando

fue muy frío. De regreso de su viaje, el 27 de diciembre de 1504, Colón escribió otra carta a su amigo Nicolò

Oderico. La carta, muy interesante, pareció confirmar un posible cambio de perspectiva. En esta carta, el

Almirante recordó haberle hablado largamente de un proyecto, y haberle enviado, a manos de su amigo de

Riberol, el

Libro de los Privilegios

y las cartas, así como otras dos cartas para el Banco de San Giorgio. Aunque

de Riberol le dijo que todo llegó en perfectas condiciones, él nunca recibió respuesta. Y añade que, antes de

partir para su viaje, dejó otro ejemplar del

Libro de los Privilegios

en Cádiz en manos de Franco Cattaneo,

«portador d’esta», para que se lo enviara. Comentó también que, mientras estaba fuera, había escrito cartas a

los Reyes, una de las cuales volvió a sus manos (y que la envió junto con esto y con el informe del viaje en otra

carta, especificando que el Oderico debía entregarlo «á

micer Juan Luis con la otra del aviso

»). Finalmente, dijo que

esperaba cartas de su amigo que hablasen con cautela sobre su propósito.

El mismo día escribió también a Gianluigi Fieschi, a quien también le dijo que había regresado de las Indias

muy enfermo y no muy sereno debido a su situación. Y luego continuó: «Creo que del libro que yo os desé

en Calis estobiste en buena memoria y aun del aviso en que quedamos si ansí es, alí està todo escrito. Todavia

Miçer Francisco, portador de esta carta os puede fablar largo de esto, para que tambien os sirva de suplimento...»

y le pidió a Fieschi que le escribiera más extensamente sobre ello. Colón recordó en ese punto de la carta que

estaba en relación con don Fadrique Enríquez de Ribera, quien, habiendo entrado victorioso en la Alhambra

en 1992, en ese momento gobernador de Andalucía y juez superior en la jurisdicción de Sevilla, se convirtió en

marqués de Tarifa en 1514. Don Fadrique, peregrino a Jerusalén, visitó Génova en 1519, dejando un recuerdo

de su viaje en su diario.

El Almirante se quejó de que no recibió respuesta alguna del Banco de San Giorgio a la oferta de la décima

parte de sus ingresos «

por descuento de sus derechos

». Ni siquiera sabía nada de las promesas reales para su hijo

Diego y eso le hizo sufrir aún más. No hizo en cambio ninguna referencia al hecho de que Giuliano della

Rovere ascendió al trono papal; Julio II fue un papa poderoso, a quien él y su familia conocían bien y a quien

él mismo escribió cuando el Papa se quejó de no haber vuelto a saber de él.

La vida del Almirante terminó en Valladolid el 20 de mayo de 1506. El día anterior, Colón, que había

ido allá para conocer a los nuevos Reyes, tuvo que enfrentarse una vez más con su pasado. En el codicilo

testamentario del 19 de mayo volvió a lo que había establecido en 1498 y retomado en 1505, donde no olvidó a

las mujeres que le acompañaron en los tres momentos fundamentales de su vida: su madre genovesa, su esposa

portuguesa y su compañera española. También decidió pagar otras deudas. Los nombres que aparecieron eran

casi todos genoveses: los herederos de Gerolamo da Porto, por las deudas paternas de su juventud; Antonio

Basso, un genovés que vivía en Lisboa; un judío que vivió en la puerta de la «Judería» de Lisboa; los herederos

de Luigi Centurione Scotto, hombre de negocio genovés y los herederos de Paolo di Negro; Battista Spinola,

yerno de Centurione e hijo de Nicolò Spinola di Luccoli di Ronco, que se encontraba en Lisboa en 1482 (o