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Escultores italianos en la República Dominicana
Escultores italianos en la República Dominicana
M
yrna
G
uerrero
V
illalona
Directora del Museo Bellapart de Santo Domingo
L
a presencia de escultores italianos en la República Dominicana data de principios del siglo
xx
con
la fragua de importantes obras de arte público que se han convertido en íconos de plazas y espacios
emblemáticos de la cultura de los dominicanos; trabajos en bronce y mármol que enriquecen el acer-
vo escultórico dominicano con técnicas y materiales que en ese momento tenían limitada presencia entre los
escultores dominicanos.
Los toscanos (de Pietrasanta, Lucca)
A
rturo
T
omagnini
(1879-1957) y
N
icola
A
rrighini
(1905-1977)
han sido los artífices de las estatuas de figuras cimeras de la historia nacional, tales como Juan Pablo Duarte y
Gregorio Luperón, así como del conjunto en tamaño heroico de Duarte, Sánchez y Mella en el Altar de la Pa-
tria, de fuentes y del Monumento a la caña. Por su parte,
T
ommaso
G
ismondi
(1906-2003), conocido como
«el escultor del Papa» fue comisionado para la realización de las puertas de bronce de la Basílica de Higüey,
lugar de peregrinación y templo católico donde se venera a la Virgen de la Altagracia, protectora del pueblo
dominicano. Otro escultor italiano,
A
urelio
M
istruzzi
(1880-1960) trabajó para Rafael Leónidas Trujillo
y fue el autor de la estatua ecuestre del dictador, obra destruida en 1961 (año del tiranicidio) al eliminar todo
vestigio erigido para glorificar al opresor.
El Monumento a Duarte de Arturo Tomagnini
Proclamada la independencia nacional en 1944, desarticulado el accionar de los Trinitarios con la eliminación
física de algunos y el destierro de otros (entre ellos Juan Pablo Duarte), consumada la anexión a España bajo
la directriz de Pedro Santana (1861-63) y recuperada la República luego de dos años de luchas por la Restau-
ración (1863-65) con Gregorio Luperón al frente de los liberales, la República Dominicana emerge a la vida
democrática e inicia un deambular marcado por las rivalidades entre liberales y conservadores, grupos-partidos
liderados por Gregorio Luperón y Buenaventura Báez, respectivamente, que se intercalan al frente de los pode-
res del Estado hasta que, en 1882, asume la presidencia Ulises Heureaux (Lilís) quien se mantuvo en el poder
hasta el final del siglo (1899), con algunos intervalos que fueron ocupados por otros presidentes. A lo largo de
este contexto la figura del patricio Juan Pablo Duarte estuvo sumida en el olvido hasta que el 27 de febrero de
1884 sus cenizas fueron depositadas en una de las capillas de la Catedral de Santo Domingo, en acto solemne
respaldado por el Gobierno, el Ayuntamiento Municipal y los habitantes de la ciudad capital. Diez años más
tarde, Emiliano Tejera solicitó al Congreso Nacional en un memorable discurso, pronunciado el 27 de febrero
de 1894, la erección de una estatua de Juan Pablo Duarte, héroe trinitario a quien Monseñor Tomás de Portes
e Infante, primer Arzobispo de la República Dominicana, recibió a su retorno desde Curazao el 15 de marzo
de 1844 con la salutación ¡Salve, Padre de la Patria!
«…
Ahora el mismo Ayuntamiento se propone realizar otra obra de gratitud y de estímulo: la creación de una estatua de bronce, que represente
al ilustre patricio, y que será colocada en la plaza de su nombre, teatro de su primer triunfo en 1843 contra el partido que sostenía la opresión.
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Puertas de la Basílica
Catedral Nuestra
Señora de la Altagracia
del escultor Tommaso
Gismondi, Higüey.