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Del Mediterráneo al Atlántico

menos que sea una traición claramente demostrada?

71.

Esto se llama plantear el enigma de la Esfinge, el monstruo de Tebas,

para matar a un hombre

. 72.

He realizado mis servicios durante veintidós años, mi floridísimo ; fui nombrado maestro, absoluta-

mente apreciado por su madre, la difunta excelentísima reina Isabel, cumplí todos los deberes principales con su esposa;

y al final

todos los castigos, toda la impiedad, toda la crueldad fueron perpetrados contra mí, infeliz

:

ella la excelentísima, ella la piadosa y

santa;

yo, por otro lado, me siento arrastrado por un destino injusto

. 73.

Levántate, eminentísimo ,

por la bondad sublime de la

naturaleza de la que eres próspero

:

pues es impío, habiendo pasado mi juventud bajo la autoridad de la reina, que con mi cuerpo

ahora debilitado me una a es extranjeros, príncipes extranjeros y reinos lejanos de toda Europa

. 74.

No pido los beneficios que

tenían los maestros; ruego, suplicando y resignado, para que me den un hogar para mi vejez; ruego que se me conceda sepultura

en vuestra tierra, y, si no te conmueven estas cosas, te mueva la piedad que corresponde a un gran

. 75.

Por lo general, los grandes

emperadores de la época en que las virtudes tenían su lugar legítimo en el estado, a los que atribuían el nombre de Píos el Senado

y el pueblo, gozaban de una condición llena de gloria y devoción

. 76.

Espero que te conmuevan las pobres letras, que es lo que

he hecho desde mi infancia

. 77.

De hecho, todos los príncipes que alguna vez se distinguieron por algún dominio o hicieron uso

de una excelente virtud del espíritu, amaron las letras y se sintieron atraídos por ellas con gran compromiso en todas partes, los

hombres conocidos por su erudición incluso en el rincón más remoto del mund

o. 78.

De hecho, los mismos es, los mismos siglos,

el mismo mundo, sin esta categoría ilustre de hombres, sin ninguna educación, sucumben por completo

.

La mayor aspiración de Alessandro es salir de la deuda y poder llevar la última parte de su vida en paz. Y

la oportunidad se presentó cuando, a finales de 1515, la titularidad de la Diócesis de Santo Domingo, en el

Nuevo Mundo español, quedó vacante: el 6 de diciembre, de hecho, el primer Obispo, Francisco García de

Padilla murió; él, sin embargo, nunca había llegado a su sede episcopal, también por la oposición del Rey

Fernando, quien, hasta que los derechos de la Corona española sobre las Diócesis americanas estuvieran bien

regulados, implementó una especie de resistencia pasiva al respecto. Con el apoyo de su ex alumna Margarita

de Habsburgo y con el nuevo soberano, Carlos V (el Rey Fernando murió el 23 de enero de 1516), se inició el

procedimiento para presentar oficialmente el

Amerino

al Papa León X (hijo de Lorenzo el Magnífico señor de

Florencia) como Obispo de Santo Domingo. Alessandro Geraldini apoya oficialmente su candidatura para la

importante Diócesis en la ep. 26, dirigida al propio Pontífice (junio de 1516: la bula papal es del 6 de noviem-

bre siguiente). En realidad, fue en Roma donde se decidieron la mayoría de los destinos del Nuevo Mundo, y

en esto Geraldini tenía buenos apoyos, como puede verse en su correspondencia.

El potencial (económico, político, social, religioso) de las colonias españolas del Nuevo Mundo no tiene lími-

tes; y Alessandro Geraldini es consciente de que hay una Iglesia entera que se construirá allí, tanto espiritual

como materialmente. La Diócesis de Santo Domingo había sido creada solo en 1504, por el Papa Alejandro

VI, con la bula

Illius

fulciti

praesidio

, y definida en sus derechos, especialmente contra la Corona de España,

solo por Julio II en 1510 con la bula

Eximiae

devotionis

. En las Indias españolas había tres Diócesis, sufragáneas

de Sevilla: además de Santo Domingo, Concepción de la Vega (también en la isla de La Española) y Puerto

Rico. Los antecedentes familiares, la sólida educación y cultura, la experiencia política y diplomática adqui-

rida en décadas de trabajo para la Corte española y para la Curia papal, hicieron de Alessandro Geraldini un

personaje indudablemente adecuado para esa tarea. Él siente que este cargo podría llevarlo a convertirse en el

organizador de toda la Iglesia del Nuevo Mundo. El horizonte, por así decirlo, profesional, coincidía obvia-

mente con el económico: la idea de Eldorado, de la riqueza ilimitada de las Indias, fue ciertamente uno de los

factores que pudo haber llevado a Geraldini a la valiente decisión. Los enormes espacios presentes en una orga-

nización eclesiástica completamente creada le dan la certeza de poder rodearse de personajes de confianza, sobre

todo familiares y colaboradores cercanos. Así, en 1517, envió a La Española dos personajes de su confianza: el

sobrino directo Onofrio (Geraldini), del clero de Amelia, como vicario episcopal (epp. 1, 2 y 22) y el criado

Diego del Río, del clero de Segovia, haciéndolos aceptar como canónigos del Cabildo de la Catedral de Santo

Domingo. Junto a ellos, su sobrina Isabella (hija de su hermano Costantino) y su esposo (ep. 18) también lle-

gan a La Española. Otro de sus (lejanos) sobrinos, Andrea Geraldini, aparece también en América: en 1519,

su padre Scipione reclama para otro de sus hijos la canonjía que había quedado vacante desde la muerte de