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La experiencia cinematográfica italiana
La experiencia cinematográfica italiana
en el contexto audiovisual dominicano
F
élix
M
anuel
L
ora
Profesor de Comunicación Audiovisual y Artes Cinematográficas en la Pontificia Universidad Católica
Madre y Maestra y en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo
L
a llegada del cine a República Dominicana ocurre en la noche del 27 de
agosto de 1900 en la ciudad norteña de Puerto Plata, en la que el Teatro
Curiel se convierte en el escenario ideal para la exhibición del cinematógrafo
de los hermanos Lumiére y de aquellas películas que fueron proyectadas por primera
vez en la ciudad de París el 28 de diciembre de 1895.
Esta experiencia toma una relevancia especial, puesto que el país se conecta con la ma-
ravilla de un invento que revoluciona la manera de apreciar la imagen, a lo que más
tarde el dramaturgo y periodista italiano Ricciotto Canudo (1877-1923) considera en
su ensayo «Manifiesto de las Siete Artes», publicado en 1911, como «arte plástico en
movimiento». La oportunidad que los habitantes de Puerto Plata, uno de los prin-
cipales puertos marítimos del país, tienen en esa noche se debe a la iniciativa de un
empresario ambulante que llega a Puerto Plata en el vapor «Cherokee» en agosto de
1900. Como bien relata el historiador y ensayista José Luis Sáez en su libro
Historia de
un sueño importado
,
1
este empresario de nombre Francesco Grecco era
«probablemente un
hombre de negocios italiano que, como era frecuente en esa época, había adquirido un proyector y una
cámara de la casa Lumière, y recorría el Caribe exhibiendo una y otra vez su aparato “eléctrico”
y sus manoseadas películas».
Esta noticia sobre la presentación del Cinématographe Lumière en las ciudades de Puerto Plata y Santiago fue
publicada en «La Redención» de Santiago; el «Listín Diario» de Santo Domingo la reproducía en su edición
del 14 de septiembre de 1900.
Efectivamente, Grecco, un año antes de su llegada al país, se encuentra en Puerto Príncipe, Haití, donde con-
forma, junto con el fotógrafo Maurice Hargous (1864-1935), la Grecco & Cía. Tras su llegada a República
Dominicana organiza una gira de su «Teatro de Variedades» por La Vega, Santiago y Santo Domingo y tras
emprender otro recorrido por Haití entre febrero y mayo de 1901, regresa al país para una nueva gira, saliendo
luego hacia Europa en marzo de 1902 para no volver al territorio dominicano. No obstante, esta andadura del
italiano Grecco por la isla deja un impacto social y de entretenimiento, puesto que introduce al cine como un
elemento novedoso que alterna con las compañías de zarzuela, espectáculos circenses o
troupes
de variedades
ofreciendo un cambio en la distracción nocturna de los habitantes en los principales pueblos y ciudades del país.
Sin determinarlo, esta primera relación entre Italia y República Dominicana en la rama del cine, ya sea como
espectáculo o industria, propicia un puente de legado y colaboración que se extiende a través del tiempo. Ya
por el 1910, cuando Italia acapara prácticamente el mercado internacional de distribución de películas, se ini-
cia una regular importación de producciones fílmicas italianas al país. Entre esas producciones que llegan son
Quo vadis
(1912) y
Marco Antonio y Cleopatra
(1913) de Enrico Guazzoni;
Los últimos días de Pompeya
(1913)
de Mario Caserini y Eleuterio Rodolfi;
Sangre azul
(1914) de Nino Oxilia y
La heredera
(1915) de Baldassarre
Negroni. Esto permite también establecer una relación de admiración por las divas italianas del cine mudo en
La actriz italiana Lyda
Borelli (1884-1959),
emblema del cine
mudo italiano, fue una
de las actrices que
gozó de simpatía por
parte de la audiencia
dominicana en los
albores de la
exhibición
cinematográfica en
Santo Domingo. Se
desconoce el autor de
esta foto.
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Teatro Curiel de Puerto
Plata, donde
Francesco Grecco
realizó las primeras
proyecciones
cinematográficas en
República Dominicana.