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Marcio Veloz Maggiolo

y el robo de su acordeón, pero también la resurrección del cadáver como espíritu por obra de dos brujas, a través

del

desunén

vudú, y sobre todo se relatan los amores de Honorio, que siempre se repiten.

El narrador-investigador, que muchos años después debe reconstruir lo acontecido, aclara antes de empezar:

«

Todos los personajes de este relato son verdaderos, salvo el autor

», y a continuación precisa: «

Si me hubiera puesto a

escribir queriendo discernir lo verdadero de lo falso, jamás habría logrado un relato más o menos coherente, por lo que el lector

deberá estar de acuerdo conmigo en que use a veces voces fuera de tiempo, frases que, imagino, eran lógicas en un momento, cuentos

de camino que me llegaron por varias vías, y que no puedo justificar sin hacer referencia a las etapas de una magia común que

todavía se practica

». En efecto, reporta testimonios confusos y leyendas discordantes, recuerdos y rumores, siendo

su fuente principal un

calié

, cuentero al servicio de Trujillo. Quedan por lo tanto muchas dudas y caben

muchos eventos sobrenaturales, asociados con los mitos y las creencias populares de la Línea Noroeste, esa zona

límite entre República Dominicana y Haití, que, en el momento de los hechos, acababa de sufrir la terrible

«Masacre del Perejil» de 1937, a la que se alude en el texto. Así la venganza mágica y musical por la muerte de

Honorio asume también características de crítica a la purga étnica conocida como «el corte».

El hombre del acordeón

(novela estudiada por Sergio Callau, José Rafael Lantigua, Rita de Maeseneer, Fernando

Valerio-Holguín, Julie Sellers, Néstor Rodríguez y otros) recupera y ensalza la fascinante figura del

rayano

, otro

de los sujetos marginados por la cultura oficial (todavía manchada de trujillismo) que encuentran un espacio

noble en la escritura de MarcioVelozMaggiolo, como el negro, el haitiano, el indígena y el campesino. Además

el autor, como acostumbra, activa relaciones intertextuales con otros discursos que maneja perfectamente, de la

antropología a la historia, de la cultura popular a la arqueología.

De emociones y experiencias arqueológicas se nutren novelas como

Florbella

y

La mosca soldado

(estudiada

por Rafael Rodríguez-Henríquez, Sergio Callau, Núria Sabaté Llobera y Daniel Arbino). Pero nos gusta

concluir con la que es, hasta el momento, la última novela de Marcio Veloz Maggiolo:

La Navidad

(2016),

subtitulada

Memorias de un naufragio

, que tiene que ver una vez más con la historia, los recuerdos fermentados y

la fantasía. Está dedicada a los primeros años de la Española, tras el desembarco de Cristóbal Colón.

En el primer capítulo del texto, el más largo, Nathaniel, protegido en un monasterio jerónimo sevillano,

escribe una dilatada carta a su confesor fray Tomás de Abril, relatando sus aventuras de doce años en Las

Indias. Nathaniel es uno de los tres supervivientes del aniquilamiento del Fuerte de la Navidad, el primer

asentamiento europeo en América, que Colón construyó con materiales del pecio de la «Santa María». A

su retorno durante el segundo viaje en 1493, descubrió que había sido destruido y los habitantes masacrados

por los indígenas en venganza por los abusos del alguacil Diego de Arana y de los otros españoles. Aparte de

Nathaniel, logran escapar su tío Luis de Torres, el experto judío de lenguas orientales encargado de aprender

las lenguas nativas, y la gitana Casilda, que se había embarcado como concubina del maestro Juan de La

Cosa. Todos se refugiaron con los nativos y para 1505 todos lograron regresar a casa.

Seguimos más de cerca las vicisitudes de Nathaniel, magrebí de baja estatura y pelo muy negro, que la amante

nuhuirey Jariquena disfraza como un ciguayo, con pigmentos vegetales para oscurecer su piel, ya de por sí

acanelada. Sufre la mutilación de la mitad de la lengua por parte del cacique Caonabo, para que no cuente

a nadie lo sucedido. En sus páginas aparecen muchos personajes de aquellos años cruciales: el Almirante y

sus familiares, el alcalde rebelde Francisco Roldán, fray Ramón Pané y fray Bartolomé de Las Casas, los jefes

indígenas Anacaona, Guacanagarix y otros. Pero sobre todo, Nathaniel aprende los gestos, costumbres y mitos

de los taínos, practica el ritual del polvo de la cojoba y se acerca a sus creencias y mentalidad. Por esta razón, ve

toda la crueldad feroz e injusta de la persecución de los indígenas por parte de Colón y los demás gobernantes.

Y su narración, que va de salto en salto, como una rana toa, nos devuelve vívidamente el conflicto de culturas

más antiguo de América, llegando a reconstruir el pulsar de la vida y el latido de las emociones entre los nativos

de la isla, como solamente puede hacerlo un autor con un enorme conocimiento de las Antillas precolombinas.

El objetivo del detallado informe de Nathaniel es regresar a Santo Domingo, con la ayuda de los Jerónimos, a

los que entregará una parte de la ganancia, porque en la isla su mujer Jariquena, que seguramente le espera, le

revelará el escondrijo de los rescates enterrados en el Fuerte de la Navidad y nunca hallados.