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Presencia italiana en el Cibao y Santiago. Siglos
xix
y
xx
Presencia italiana en el Cibao, a Puerto Plata
y Santiago. Siglos
xix
y
xx
E
dwin
E
spinal
H
ernández
Abogado, notario y autor de obras históricas y genealógicas
«
Questa terra
(...)
dai tempi della scoperta di Cristoforo Colombo e dopo,
di Alessandro Geraldini, il primo Vescovo residente di Santo Domingo,
si sente profondamente vincolata con il vostro paese
»
.
*
Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez en la homilía de inauguración
del monumento al Padre Fantino en el Santo Cerro, La Vega, 11 de enero de 1998.
L
a vida dominicana ha sido penetrada por la acción de grupos extranjeros que desde la conquista se
han venido estableciendo en el País. Entre ellos, el grupo italiano, si no el más numeroso, presenta sin
embargo especiales características de adaptación y fusión con la tierra y el pueblo dominicanos que
merecen ser resaltadas. Y es que dentro de este mosaico de influencias, la italiana es significativa, porque ha sido
fundamental para la vida, la historia y la conformación nacional dominicanas.
La proclamación del Reino de Italia en 1861, la anexión de las Venecias en 1866 y la conquista de Roma en
1870 fueron episodios que introdujeron profundos cambios en la historia de Italia. Estos hechos, momentos es-
telares del movimiento independentista que impulsaron figuras como Víctor Manuel
II
y Giuseppe Garibaldi,
completaron la unidad de la nación.
1
A partir de entonces, la difícil tarea emprendida para la construcción de
una imagen propia en lo social, lo económico y lo cultural produjo variaciones en las relaciones de las zonas
que habían pertenecido a los viejos Estados conformados en el Medioevo y, al mismo tiempo, la homogeneiza-
ción de un territorio tan diverso política como económicamente generó un distanciamiento entre el centro-nor-
te, más desarrollado en el orden económico, y el Mediodía, estructuralmente más débil.
2
La indiscriminada aplicación de las estructuras administrativas, jurídicas y fiscales del Piamonte, región a la
cual se habían anexado toda la Italia central, la Romaña y el Mediodía para constituir el Reino de Italia,
3
así
como la introducción en todo el País del régimen de libre cambio y la adopción de tarifas aduaneras, contri-
buyeron a acentuar las diferencias entre las regiones del norte y el sur. En el norte, las actividades industriales,
comerciales y agrícolas manifestaban un desarrollo bastante equilibrado, basado en una estructura eficiente y
moderna y en una notable disponibilidad de capitales, mientras que en el sur, la agricultura era atrasada y do-
minada por latifundios.
4
Este renglón, soporte principal de la economía del nuevo Estado, encontró notables
dificultades debido a la caída de los precios en los mercados exteriores y a las condiciones de escaso desarrollo
de gran parte del campo, castigado además por el flagelo de la malaria.
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La crisis que afectó este sector del nuevo cuadro político-territorial alimentó el flujo migratorio de campesinos
y de las clases más pobres procedentes de las regiones con mayor carga demográfica a partir del decenio de los
años setenta del siglo
xix
.
6
El éxodo, que despobló zonas rurales enteras, prosiguió, salvo el paréntesis bélico de
la Primera Guerra Mundial, hasta los primeros años posteriores a ese enfrentamiento.
7
En un primer momento, el trasvase poblacional se orientó hacia los Países vecinos (Francia, Suiza, Túnez) y a
continuación, en los últimos veinte años del siglo
xix
, se dirigió hacia América. En el período que va de 1875
a 1925 abandonaron Italia unos diez millones de personas, de las que volvieron casi la mitad.
8
Entre 1876 y
1880 eran menos de 50.000; entre 1881 y 1890 la cifra se acercaba a los 100.000 mientras que para el lapso de
1891 a 1900 se hallaba en los 150.000.
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Página anterior:
Vista de Samaná. Al
fondo, los puentes que
comunican a tierra
firme los cayos Linares
y Vigía, diseñados por
el arquitecto italiano
Guillimo Bertalleri a
finales de la década de
los años sesenta.
*
En italiano: «Esta tierra (…) desde la época del descubrimiento de Cristóbal Colón y, más tarde, de Alessandro Geraldini, el primer Obispo residente de
Santo Domingo, se siente profundamente conectada a vuestro País».