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Frank Rainieri Marranzini
Cedeño y hermanos. El hotel se construiría en la playa de El Cortecito, del
municipio de Higüey.
Un soñador con ganas
«
Todo comenzó en 1969. Cuando un americano sobrevolaba el litoral Este de la República Domi-
nicana en busca de un lugar para establecer una escuela de marinería mercante, localizando 8 kms de
costa intercalada por playas de fina arena blanca, aguas color turquesa y acantilados, protegidos por
una barrera coralina. Había visto Punta Cana. Impresionado por la belleza de la zona, convenció
a un grupo de inversionistas norteamericanos para comprar un área de la que era entonces una zona
aislada, donde vivían bajo las más rudimentarias condiciones unas veinte familias campesinas. Entre
estos inversionistas se encontraba Theodore W. Kheel, actualmente presidente del Consejo de Di-
rectores del Grupo Puntacana.
Recordando lo inaccesible de la zona, a la que sólo podía llegarse por mar, aire o mulo, Frank Rainieri cuenta sobre su primera visita: “Al
aterrizar en helicóptero, una familia corrió asustada al ver ese gran pájaro que volaba”.
El encuentro de dos hombres emprendedores, uno norteamericano, Ted Kheel, y otro dominicano, Frank Rainieri, marcó el inicio de una empresa
que 25 años después sería el destino de mayor crecimiento turístico en el Caribe. El 23 de octubre de 1971 se inauguró con mucho orgullo, grandes
esperanzas y no poco trabajo, el primer hotel de la zona, el Punta Cana Club, con 10 sencillas cabañas, una casa club, 8 casas para empleados,
una rústica pista de aterrizaje y una pequeña planta eléctrica para dotar de energía al proyecto
».
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Frank Rainieri y su familia, especialmente su esposa Haydée Kuret de Rainieri, sin apoyo estatal, decidieron
iniciar su sueño. Empezaron con unas diez pequeñas cabañas construidas por arrojo y decisión. En el pequeño
hotel los trabajadores y los dueños hacían de todo. Atendían a los clientes, servían las mesas, las limpiaban,
organizaban las habitaciones; en fin, el trabajo era distribuido de acuerdo a las necesidades. Lo importante era
el servicio. Y poco a poco, a pesar de la distancia, comenzaron a tener visitantes ávidos de una oferta turística
diferente.
Los años ochenta iniciaron en Punta Cana con grandes retos: la construcción del Club Med, la construcción
de un aeropuerto que se convirtió en una verdadera hazaña, la de un acueducto y la carretera. El problema fue
que el Club había decidido instalarse en el lugar donde habían sido construidas las primeras cabañitas. Se
aceptó, pero representaba un desafío, pues había que construir un hotel. Y el acueducto se construyó a fuerza
de voluntad. Sin embargo, la carretera tenía que ser decisión del Estado y en el aeropuerto las diferentes ins-
tancias del Gobierno tenían que intervenir porque debían dar los permisos para su construcción y su posterior
operación. Después de largas negociaciones con el Gobierno de Joaquín Balaguer, la carretera se construyó
durante los Gobiernos posteriores.
Quedaba pendiente el aeropuerto. La incredulidad era generalizada. Todos pensaban que el solo hecho de
pensar en la idea era una verdadera locura. ¿Un aeropuerto en un lugar lejano e inhóspito? ¿Un aeropuerto en
una zona que no era prioridad gubernamental ni estaba incluida entre los dos primeros polos turísticos? La
batalla del aeropuerto duró más de siete años.
El soñador emprendedor estaba decidido. Estaba Rainieri convencido que el aeropuerto facilitaría la afluencia
de turistas al Este, pues no tendrían que tomar un camino tan largo desde el Aeropuerto Las Américas. Un
aeropuerto en el Este era una gran necesidad. Había que conseguir dinero. Recurrió al pago que había hecho
el Club Med y solicitó ayuda a Ted Kheel, que entonces estaba reticente a seguir aportando sin ver resultados,
pero accedió ante la insistencia de Rainieri. La segunda parte era el diseño. Para lo cual recurrió al joven ar-
quitecto Oscar Imbert, a quien se le encomendó un diseño práctico y barato. Así, en poco tiempo se hizo la
primera parte del aeropuerto, Fue inaugurado en 1985. En sus inicios tenía un vuelo semanal de 19 pasajeros.
Durante las negociaciones y el proyecto consiguió apoyo de los Vicini, de Manuel José Cabral, Gustavo Ta-
várez y Bernardo Vega, para citar algunos.
La Terminal A del
Aeropuerto
Internacional de Punta
Cana.