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Frank Rainieri Marranzini
Los estudiosos del turismo dominicano coinciden en que a partir de 1967 se inició el verdadero desarrollo
turístico dominicano. El decreto n. 2536 declaraba que el desarrollo turístico era de alto interés para el País.
En los años setenta, con la creación en el Banco Central del Departamento para la Infraestructura Turística
(Infratur) y el Fondo Infratur, se dio un verdadero impulso al turismo dominicano. Y el verdadero despegue
se produjo en los años ochenta.
Había una clara decisión política estatal de desarrollar la economía a través de tres fuentes: turismo, zonas fran-
cas y desarrollo industria local a través de la Ley 299 de 1968, en la cual se concedían exenciones al impuesto
sobre la renta, a las tarifas arancelarias y al propio impuesto de ventas. Asimismo, el Estado dominicano esta-
bleció varios parques industriales en las zonas francas, invirtió en infraestructura y concedió financiamiento a
los empresarios privados, principalmente a través del Fondo de Inversión para el Desarrollo (
F
ide
) del Banco
Central. El turismo dominicano tuvo una gran oportunidad.
El 19 de junio de 1971 se promulgó la Ley 153 o la ley de incentivo y desarrollo del turismo. El artículo 1
establecía claramente el objetivo de la ley, al indicar que se buscaba establecer un proceso acelerado y racio-
nalizado del desarrollo de la industria sin humos, o industria turística, para lo cual se definirían las bases de
identificación de los objetivos.
Poco tiempo después, mediante los Decretos 2125 de 1972 y 3133 de 1973, fueron establecidas las áreas geográ-
ficas que recibirían el privilegio del incentivo estatal, que fueron denominados polos turísticos. El Este, donde
ahora está Puntacana y toda la zona de Bávaro, no estaba en el universo conceptual ni del Gobierno, ni de los
economistas.
1. P
rimer
P
olo
T
urístico
: Costa Caribe, que estaba comprendido por los territorios siguientes: Santo
Domingo, La Caleta, Boca Chica, Juan Dolio, San Pedro de Macorís (hasta el río Higuamo) y La Romana.
2.
S
egundo
P
olo
T
urístico
: Costa Ámbar o Puerto Plata. Se declaraba como demarcación turística
prioritaria toda la costa norte del País desde Punta Rusia hasta Cabrera, comprendiendo a la Isabela, Lupe-
rón, Long Beach, Cofresí, Puerto Plata, Sosúa, Cabarete, Río San Juan y, por supuesto, a Cabrera.
Otra evidencia del interés del doctor Balaguer por el turismo fue la aprobación de la Ley 542 promulgada el 31
de diciembre de 1969. Se creó la Corporación de Fomento de la Industria Hotelera y Desarrollo del Turismo,
que fue instituida con el propósito de coordinar la actividad nacional para el desarrollo de la industria hotelera
y muy especialmente de la promoción turística. Así terminaron esos 15 años de una industria que no tiraba
humos, pero que generó muchas expectativas y muchos sueños. Se dio inicio a una nueva con pasos firmes
hacia el Este del País.
El Este dominicano: el Macondo olvidado
En la década de los setenta el turismo había crecido en el País, de eso no hay dudas. Pero era un crecimiento
desigual. Los esfuerzos, como hemos visto, se concentraban en el Norte y en la capital, incluyendo La Roma-
na. El Este profundo no figuraba dentro de las prioridades ni las preocupaciones ni del Gobierno, sino ni de
algunos inversionistas extranjeros. Las facilidades gubernamentales para la inversión turística no incluían al
Este. Los expertos de la Organización de los Estados Americanos (
O
ea
) que habían sido contratados durante
los doce años de Balaguer tampoco lo tomaron en cuenta en sus propuestas técnicas para la elaboración de un
Plan de Desarrollo Turístico.
A pesar de la oposición oficial y privada hubo promotores, entre ellos Frank Rainieri, que defendían la necesidad
de hacer inversiones en las provincias de la zona Este del País, especialmente La Altagracia. Era la única forma
de salvarla, pues la miseria y el abandono estaban acabando con la población. Otro argumento que defendían
los promotores del turismo en el Este, tradicionalmente dominado por los cultivos agrícolas como el azúcar, café,
cacao y tabaco, es que había perdido mercado o, en el peor de los casos, sus precios estaban condenados a ciclos
desestabilizadores dominados por la ley de la oferta y la demanda. Estados Unidos era el principal mercado de